CARTEL DE PRESENTACIÓN DEL PRIMER CERTAMEN





CARTA PREMIADA, CERTAMEN AÑO 2005

SIMPLEMENTE UN TRATO HUMANO

Yvette Kukungbé

Señor Director, comparto el modo de concebir la existencia humana que nos dejó sintetizado el filósofo hispano Séneca en la frase: Patriam meam esse mundum sciam. Obviamente, sería absurdo negar que hayamos nacido en algún momento de la historia y en un país determinado. Está claro que tenemos unos padres biológicos concretos con una determinada mentalidad cultural. Lo asumamos o no, somos producto de una cierta clase social, son cierta ideología política, religiosa, filosófica, etc., y no se puede negar que los países y las culturas tengan sus historias particulares. Pera más allá de todas estas circunstancias accidentales, en verdad, y “que yo sepa, mi patria es el mundo”.

Señor Director, comienzo con esta reflexión porque las pasadas navidades tuve la necesidad de sacarme el pasaporte. Quería visitar un país exótico, conocer otras culturas, como hacen algunas de mis compañeras de trabajo. Fui a la comisaría y me encontré con una nueva funcionaria que por poco nos cambia los esquemas. Atendía con tanta cordialidad que parecía de otra galaxia. Había delante de mí dos inmigrantes que apenas hablaban castellano. Habían traído sólo la mitad de la documentación requerida para la renovación de su residencia. La señora les explicó lo que les faltaba, les indicó el día y el lugar donde debían presentarlo y les devolvió gentilmente la documentación (sin lanzársela con rabia), ante el gran asombro y satisfacción de los que estábamos allí. Los funcionarios expertos y veteranos atienden generalmente de otra manera…..

Señor Director, si no recuerdo mal, yo no pedí nacer en España, de padre español y madre oriental. No conozco otro país que esta España torera, ni otra ciudad de residencia que mi adorable Alcorcon. Solicité mi pasaporte en la comisaría, no sin problemas, y fui a recogerlo tres semanas después. Esa mañana, me puse en la fila, junto a todos los “extranjeros” y los “españoles con documentos caducados, extraviados o robados”. Se acercó un policía y nos dijo: “Los que vienen a recoger sus pasaportes o DNI pueden entrar sin esperar en la fila”. Me dispuse a entrar, pero el policía gritó por segunda vez, clavándome los ojos: “¡Sólo los que vienen a recoger los pasaportes y los DNI, sólo españoles!”. Entendí bien la orden y seguí avanzando sin preocuparme de nada, soy española de nacimiento. Pero cuando estaba a punto de entrar por la puerta, el policía me paró de nuevo, increpándome a gritos: “¿Qué vienes a hacer, jovencita?”
“Recoger mi pasaporte”, respondí. Y él prosiguió: “Pasaporte español?”
Esta vez me tocó gritar a mí: “¡Sí, señor, pasaporte español!” ¿Algún problema?”
Se retiró rabioso de la puerta y pude entrar. Pero enseguida, me tocó librar otra batalla con la funcionaria de dentro: “¡Póngase en aquella fila de enfrente, señora. Esta fila es sólo para españoles!”, me gritó sin mirarme.
“Soy española de nacimiento, señora, y vengo a recoger mi pasaporte”, respondí. Me miró con cara de asco y prosiguió: “¿Tu DNI?”
“Tenga”, se lo entregué. Lo escudriñó durante dos minutos, lanzándome intermitentes y fulminantes miradas, como si hubiese dado con una sospechosa de terrorismo. Luego, fue a buscar mi pasaporte entre otros archivos, lo trajo y me lo dio con desaire, ya sin mirarme más.

Esto que me pasó representa sólo un episodio insignificante dentro del mar de los pesares que me toca vivir a diario, por ser una española con rasgos diferentes… Señor Director, los españoles y también los extranjeros que tenemos la suerte de vivir en este municipio, deseamos disfrutar de un trato sencillamente humano, mientras cargamos con la angustia de nuestros papeleos. Un trato que, quizás, nos ofrezca a todos la oportunidad de darnos cuenta de la sencillez de nuestra existencia. La insignificante, mísera y liviana vida que alcanzamos a vivir los hombres dentro de la inconmensurable existencia del universo. Así quizás, seríamos un poco más conscientes de que una verdadera prestación de servicio reposa fundamentalmente en un trato compasivo hacia otros humanos con vidas más sufridas, un trato exento de prejuicios y ajeno a las estadísticas.
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